En mis voluntariosas visitas como freelance novato, me tuve que enfrentar a todo tipo de situaciones:
- Clientes que no tenían claro lo que querían.
- Otros que me pedían cosas totalmente diferentes a la propuesta que les había preparado tras el primer contacto.
- Algunos que pretendían que me pasara toda la mañana en su oficina esperando a que tuvieran un rato libre para hablar.
- Clientes que ponían en duda la valía de mis servicios porque pensaban que alguien que trabaja en casa no trabaja realmente… ¡Eso, dicho a la cara!
También hubo honrosas excepciones y situaciones curiosas, como pasarme toda una tarde jugando a dardos con un cliente que había inventado una diana electrónica… pero finalmente no contrató mis servicios.
Vistos los resultados, a partir de mi segundo año como redactor, decidí que mi política pasaba a ser la siguiente: NO VISITAR A CLIENTES.
La lógica de quedarte en casa
¿Cómo tomé esta decisión? Pues hice un sencillo cálculo.
- Para cumplir mis objetivos de facturación, tengo que generar unos 100€ al día.
- Cuando voy a visitar a un cliente, pierdo del 50% al 100% de la jornada, por lo tanto dejo de generar esos 100€ diarios que hacen que me salgan las cuentas a fin de mes.
- Los encargos que realizo suelen tener un volumen medio de 350€ de facturación.
- Apenas el 25% de las visitas que hacía acaban convirtiéndose en encargos. En el resto de casos, el cliente desechaba la propuesta o elegía a otro proveedor.
Por lo tanto, ir a visitar a un cliente me suponía perder 100€ de ingresos con una posibilidad del 75% de no obtener el contrato. En cualquier caso, si me asignaban el proyecto, ya tenía que descontar 100€ del presupuesto, que son los que dejé de ganar por ir a visitarle.
Además, preparar una visita en condiciones requiere al menos 2 horas de trabajo no remunerado. Por no hablar de los gastos de viaje y las dietas, a los que hay que sumar la pérdida de calidad de servicio que supone no contestar en el mismo día a un cliente habitual que tiene una urgencia, o retrasarme en la entrega de un pedido. Todo esto mientras estoy fuera de la oficina tratando de vender mis servicios a alguien que no sé si los comprará. En definitiva, un mal negocio.
Mejor nos vemos en Internet
¿Cuál es mi política desde hace dos años y que me está permitiendo aumentar mi facturación y mi calidad de vida? No ir a visitar a ningún cliente.
Sólo trabajo con empresas y profesionales que confíen en mi capacidad para teletrabajar y que se sientan cómodos manteniendo la relación profesional por correo electrónico, videoconferencia o teléfono (ahora también estoy reduciendo al máximo las llamadas y videoconferencias para aumentar mi productividad, pero ese tema lo abordaremos otro día).
Para ello es imprescindible que se den una serie de requisitos:
- Que el contacto inicial con el cliente se haya hecho de forma remota.
- Tener una buena web que permita al cliente conocerte suficientemente (¡pon tu foto!).
- Plantear un método de trabajo que evite las visitas y el trabajo en la oficina del cliente.
- Disponer de los recursos necesarios para prestar el servicio desde tu oficina doméstica.
- Que el cliente tenga claro el encargo que quiere hacerte.
- Estar mentalizado y habituado a teletrabajar.
¿Demasiado radical? Tal vez, pero en estos años creo que apenas habré perdido unos pocos posibles clientes por negarme a ir a visitarles. Por lo tanto, apenas unos cientos de euros al año de posible facturación (nunca es seguro que te den el proyecto sólo por ir a visitar al cliuente).
A cambio, he captado algunas oportunidades de negocio de esas que requieren una respuesta inmediata, he cumplido mejor con mis tiempos y me he estresado menos.
Sólo ha habido una excepción en este periodo, que fue un proyecto de 12.000€ por el cual no dudé en ir a trabajar a la oficina del cliente cada día durante dos meses.
Pero oportunidades tan rentables como ésta hay pocas, el resto generalmente no vale la pena. Haz cuentas y ya me dirás…
¿Cómo decirle a un cliente que no piensas ir a verle?
Hay varias posibilidades:
- Haz tu propuesta basada exclusivamente en el teletrabajo.
- Explícale que tu forma de trabajar es a distancia.
- Añade un recargo por desplazamiento en el presupuesto.
- Adviértele de que le facturarás las horas empleadas en la visita (¡tu tiempo cuesta dinero!).
Todo esto con mucho tacto y diplomacia, claro. Pero al fin y al cabo, si has decidido trabajar desde casa o en tu propia oficina no tiene mucho sentido seguir ligado al trabajo presencial, con todas las ineficiencias que comporta.
¿Estás de acuerdo con mi política o prefieres visitar a tus clientes en persona?